SOLO a el desdén y la pereza pueden suponerse factores suficientes para explicar el porfiado olvido en que reposa, no, felizmente, la señera figura de Bustamante, sino su pensamiento múltiple, aquel que se deslizó con igual destreza por el estricto mundo de la ética y del derecho, por la belleza y sensibilidad del paisaje o por las abigarradas y contusas estructuras sociales. Así como suele sorprender al ciudadano común que aquel hombre de frágil apariencia y ponderado hablar tuviese firmeza en el carácter y perseverancia en los principios, virtudes casi extinguidas en nuestro suelo, aun mayor será el impacto que en él causaría la atenta lectura de sus páginas sociológicas, en las que dictamina el avanzar de las 'masas' y encapsula nuestra realidad social en siete magistrales ensayos, delineando, desde el puntual acercamiento al enfermo, el tratamiento colectivo que considera impostergable: emprender un sincero y profundo 'programa de renovación', Como no es solamente un jurista, Bustamante ingresa con aplomo al diagnóstico social. Y como no es solamente un intelectual, culmina su precioso 'Mensaje al Perú', advirtiendo que el programa no basta si es que no lo acompaña el compromiso vivo y decidido hacia la acción.
Páginas tan diversas, dictadas por su conciencia. Páginas tan densas algunas, profundas todas, como el alma que las inspira. En esta sociedad de ornamentas y de títulos, sintió insuficiente exhibirse en los foros como ex presidente y retornó su lucha activa, en 1955 como en 1974 o en 1984, desde su trinchera ciudadana, enarbolando su imperecedero magisterio cívico como arma suprema, aquel mismo magisterio que erigió como estandarte en el dintel de Palacio de Gobierno, cuando ocupó la primera magistratura. Descuidada como está su estatura moral, asaltada y desfigurada por quienes al mofarse del 'cojurídico' parecen ignorar que descartan, para el Perú, un futuro civilizado, resulta inexplicable que los almanaques transcurran, los valores se inviertan y las historias se repitan, sin que, por lo menos sus más fieles reclamen la presencia de don José Luis -de su voz y de su pluma- como uno de los tesoros más preciados y eficaces para enderezar nuestros destinos.
Hace casi ocho años, juveniles esfuerzos se congregaron para propiciar un feliz encuentro del mensaje integral de Bustamante con las nuevas miradas que asomaban en este incierto Perú, tanteando rumbos y sorteando carismas. Vano esfuerzo que hubo de tropezar con aquel desdén en el lugar menos imaginado, ahí donde los agradecimientos suelen ser recíprocos. Si hay acuerdo en que su profesión de fé en el Perú aún nos interpela en lo más hondo; si las convicciones que él quiso animar no niegan eficacia a su permanente convocatoria y piensan -como él- en el Perú de mañana; si este centenario de su natalicio que hoy recordamos no es un simple alto en el calendario de rituales y quienes hoy proclaman con intensidad su grave magisterio resuelven compartirlo y difundirlo, podrá, entonces, don José Luis, reconquistar el pedestal que le corresponde en la forja de la conciencia nacional: Y desde entonces, su firme pluma trasmitirá un arraigado de amor hacia los destinos patrios que ningún desdén y ninguna otra pereza podrán hacer sucumbir, Y lo trasmitirá de generación en generación.
Sus Escritos Jurídicos involucran el vivir del Derecho -en sus múltiples facetas- y más variados agentes. La Ideología de Francisco García Calderón (1934), homenaje al ex Presidente de la Magdalena y presidente del Senado, jurista e internacionalista, defensor insobornable de la dignidad territorial del Perú, rector -pero sobre todo maestro- universitario, en el centenario de su nacimiento. La Misión del Abogado (1960), al asumir el decanato del Colegio de Abogados. Sobre la función del juez (1960), al ser nombrado juez del Tribunal de La Haya. Su discurso Crisis Actual: Crisis de Justicia (1968), pronunciado en el Colegio de Abogados al asumir la presidencia de la Corte de La Haya. Su estupenda -y ampliamente recomendable hoy, en el Perú conferencia dictada en La Rábida sobre La sobreestimación del Derecho en el mundo (1953). Su texto Mundo y Derecho, publicado en el libro homenaje a Basadre (1978). Su célebre discurso, como Presidente de la República, en la V Conferencia Interamericana de Abogados (1947). Y junto a ellos, por cierto, su tesis de 1920, exigiendo reformar el Código de Justicia Militar que, en nombre del 'orden público', permitía que tribunales militares juzguen a civiles y cuyo contenido principista ha adquirido inesperada actualidad siete décadas después.
Entre sus Escritos Diplomáticos ocuparían lugar primordial sus frecuentes exposiciones en defensa de la tesis peruana de las 200 millas, como, por ejemplo, sus textos Dominio Territorial: Exposición de Motivos (1955) y La Doctrina Peruana sobre el Mar Territorial (1959). Además, su discurso en Palacio de Gobierno, tras actuar como árbitro en el conflicto entre El Salvador y Honduras (1980). Su conferencia en Madrid, sobre La ONU y los territorios pendientes (1953) y algunas intervenciones en esta materia como Senador Vitalicio.
Entre sus Documentos Políticos, además del memorable Manifiesto de Arequipa, (1930), habremos de leer, con la misma consistencia, su Memorándum de La Paz (1945), su Condena al Estatuto de Prensa (1974), su Mensaje desde el Destierro (1949) y su Convocatoria a una Convergencia Democrática (1984). Junto a ellos, su discurso en el estadio Nacional como candidato presidencial del Frente Democrático (abril de 1945), su resonante discurso al asumir la Presidencia (julio de 1945), su Radiomensaje de 1948, su mensaje de despedida (octubre de 1948) y los bellos párrafos del mensaje presidencial de 1946 vinculando la orientación de una Nación con la forja de valores ciudadanos. Y no puede faltar, con ellos, su libro-testimonio, publicado en Buenos Aires, con orgulloso título: Tres años de lucha por la democracia en el Perú (1949).
Dos son sus documentos sociales o Escritos Sociológicos. Su célebre Mensaje al Perú (1955), en el que aborda el fenómeno de las 'masas' y el del progreso tecnológico y el de la ansiedad, aunándoles una minuciosa vivisección de la realidad peruana encuadrada en siete grandes problemas nacionales: la democracia, el indígena, la tierra, la vivienda, la descentralización, la juventud y el problema económico y hacendario. Y su conferencia en la Semana Social en torno a tan aguda materia: Perú: Estructura Social (1959). Tras este título, quiere despertar en nuestras conciencias el papel de los conflictos sociales y la potencial dimensión de la hoy tan socorrida sociedad civil, cuya 'conciencia anímica' constituye -para Bustamante- el motor de la vida en comunidad. Aquí podríamos agregar su precursora tesis de 1918, acerca de La Crisis Universitaria, publicada pocos meses antes de iniciarse el movimiento de reforma en San Marcos y que transformó al joven Bustamante, aunque resulte insólito, en el único estudiante que había abordado con meditación y rigor el problema íntimo de la Universidad Peruana.
Aunque hay muchos más textos y discursos que sobrepasan este registro, hay que considerar que no es abundancia de páginas lo que revela profundidad de pensamiento. Cierto que no debe faltar su solemne discurso al recibir las Palmas Magisteriales (1981) o su semblanza de la obra peruanista del joven Francisco García Calderón, trasmitida al incorporarse a la Academia Peruana de la Lengua (1959), como su Visión del Perú (1940) o su Elogio de Arequipa (1941) o; por supuesto, su discurso inaugural en el simposium sobre 'Democracia y Economía de Mercado', advirtiendo respecto al "abuso de la libertad" delante de von Hayek y de sus rendidos aduladores. Hay más, mucho más, es cierto. Pero no reclama Bustamante un lugar en nuestros empolvados estantes, sino en nuestra amilanada conciencia. Por eso, ahora que festejamos, hay que asumir en nuestra lealtad de conducta, aquel testimonio que con tan justificada solemnidad recordamos.
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